esto es pelar
el calendario:
querer paz
(pícaro, atento,
zalamero)
en vez de vivir la
vida a borbotones
o abarcar hasta el último
segundo
con el milímetro
final
de posible agarre
devastado.
calma para ser
no aparentar,
porque no hay
nadie
ya
con quien no ser
quien en verdad se es.
ochenta/veinte
escorado
claramente
a favor del bar del barrio
y peli en casa
con garras
que no hieren
sino endulzan,
frente al bajar
(por ejemplo)
al centro y volver
acariciando estelas
de alcohol trasnochado,
o pelear
con molinos de humo
que desgastan
con intensa persistencia
la sonrisa.
pero enardece el
saber
que es posible
coger
la vieja mochila,
recordar
antiguos trucos
del viaje,
el movimiento,
regalarle horas
al día y reír
aún
nuevas historias
de absurdo
sin final.
esto es
ser yo el día
qué es hoy,
cada año.
ver la oscura selva
por el rabillo
y avanzar
en diagonal,
deambulando
esa segunda mitad
(optimista)
de este precioso
camino.