Mi hermosa gente ríe,
como siempre,
en su noche casi eterna.
El ritmo de los vasos
es el mismo;
tiro dados
de alegre azar repetido
tantas veces,
que sale un uno
y un dos;
que sale un seis,
con un cinco.
Esquivo
dudas serias
con obviedades terribles
en el medio de la noche,
ante el espejo,
entre latidos
de movimiento mecánico.
Tengo
la edad que tenía mi padre
cuando yo aprendí a leer
y estoy
por primera vez de vuelta
en mi país.
Sin tiempos
ni ruidos.