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    deambulando el 6/4

    esto es pelar el calendario: querer paz (pícaro, atento, zalamero) en vez de vivir la vida a borbotones o abarcar hasta el último segundo con el milímetro final de posible agarre devastado. calma para ser no aparentar, porque no hay nadie ya con quien no ser quien en verdad se es. ochenta/veinte escorado claramente a favor del bar del barrio y peli en casa con garras que no hieren sino endulzan, frente al bajar (por ejemplo) al centro y volver acariciando estelas de alcohol trasnochado, o pelear con molinos de humo que desgastan con intensa persistencia la sonrisa. pero enardece el saber que es posible coger la vieja mochila, recordar…

  • poema

    El tiempo esquivo

    Mi hermosa gente ríe, como siempre, en su noche casi eterna. El ritmo de los vasos es el mismo; tiro dados de alegre azar repetido tantas veces, que sale un uno y un dos;  que sale un seis,  con un cinco.  Esquivo dudas serias con obviedades terribles en el medio de la noche, ante el espejo, entre latidos de movimiento mecánico. Tengo la edad que tenía mi padre cuando yo aprendí a leer y estoy por primera vez de vuelta en mi país. Sin tiempos ni ruidos.

  • Berlín,  Geometría del reverso,  relato

    Diederich pendular

    Christian Diederich fumaba asomado al ventanal de su enorme oficina en el quinto piso, mirando hacia el cauce del vecino Spree, que discurría a unos metros de la lujosa sede de Golden East Gmbh. Exhalaba contenidamente, apoyando con fuerza ambas manos sobre el frío metal, mientras un purito casi olvidado se consumía entre sus dedos. Reparó en él por las ligeras volutas que aún desprendía, y se obligó a apagarlo en el cenicero para no ensuciar más el alféizar de metal pulido. Había tenido que luchar con Recursos Humanos para que dejaran de molestarle con la tontería de fumar en el despacho y de las ventanas solo abatibles. El nuevo…

  • Berlín,  Geometría del reverso,  relato

    Aletha en paralelo berlinés

    Miedo. Fuertes latidos en las sienes. Un ruido antes normal era ahora una amenaza. La puerta de un despacho cercano que se abría. Una gota de sudor corriendo por la espalda. Gente normal a su alrededor y ella caminaba casi sin respirar. Sus pasos por el pasillo con moqueta azul aburrimiento. Intentó inhalar profundamente. Nada que temer en la que llevaba siendo su oficina desde hace cuatro años. ¿Verdad? Se trataba de un error. Respiración entrecortada. Algún tipo de error que se podía explicar con facilidad. Músculos abdominales tensos. Ataque de pánico incipiente. Auto-diagnóstico irrelevante.  Aletha dio dos pasos. Cuatro. Llegó sin saber cómo hasta los aseos. Dejó que la…

  • relato

    6:48

    – Nada de eso, Tito -cogió su vaso y lo puso a la altura de sus ojos-. Cabrón -los hielos que aún no se habían convertido en agua chocaron contra el cristal-. No tienes ni idea -se limpió el esputo de la comisura de la boca con la mano-. Ahora se llama el Jardín Escondido, y ponen solo reguetón y música así -bebió los restos del cubata aguado-. Lo que era el Mercedes ya no existe -el minúsculo esputo burbujeante volvió a aparecer-. Así que olvídate de la camarera aquella que nos invitaba a los chupitos. Y Tito lo miró con ojos de agua. Y los dos volvieron a reír…

  • poema,  poemas

    historia de la fotografía

    Yo de niño en los cascotesde una ciudad derruida.Es cierto.Sin metáforas, ni abusode licencias poéticas:un puebloabandonado en Castilla. Fui el hijo bajo el sol,que aprendea hacer fotos con el padre.Comprendía —extrañamente— sus palabras,sus números, suvelocidady su apertura.Entendí cuando me hablabade la sensibilidad.Más o menosluz, recuerdo,y su correspondiente grano final. Pasoscuidadosos, cámara en mano.Encuadrar.Enfocar.Disparar.El peso al cuello, la correa sudada,la vibración de cada avance. Iniciación. Pertenencia. 35 milímetros de ruinasdesamparadas,de pilares rotos,de ventanas que el esfuerzopodría quizás abrira una desolacióny dejadez de años.Quién sabe si a un tesoro perdido,oculto. Carrete verde, 32exposiciones, media horapara buscar las líneas de fuga en pantalón corto,y los ojos entreabiertos,y el ceñofruncido de alegre responsabilidad. Seguro…

  • poema,  poemas

    arqueología frente a la decepción

    no es temor, aún, al fundido en blanco,ni remordimiento como espressoromano a medianoche.es angustia de demencia sin avisoante estaconvencionalidadindiscutibledel placer conquistado con hastío.la cama a cinco almohadas y esa máquinaque microespuma la leche en la mañanamientras la osadía se cubre de recuerdos y polvoen el mismo estante en el que ordeno,cada mes,todos los libros que no supeescribir. este esputo de bilis que me endulza el ego esun redoble olfativo hacia el futuro. ¡Miradme cavar en lo mediocre!busco con sonrisa nueva y ansias renacidasen las ruinas sepultadas de mis sueños.

  • relato,  relatos

    La mujer tras el ventanal oscuro

    Las cosas no estaban bien. Para nada. No era justo. Ella había tenido tres hijas que ya vivían fuera de casa, y había trabajado cuarenta y dos de sus sesenta y nueve años. Había enterrado un marido y un hermano. Los únicos hombres en su vida. Había hecho las cosas como se tienen que hacer. Y las seguía haciendo, aunque a su edad debería estar recibiendo las atenciones de otros, y no preocupándose por todo. Pero no se podía hacer nada, solo seguir haciendo las cosas bien. Cada día se despertaba a las siete de la mañana para hacer el desayuno, aunque no siempre tenía gana de desayunar. Se duchaba…

  • relato,  relatos

    Los días de Jesús en la playa

    La piel de Jesús parece cuero expertamente engrasado.  Desde cerca las arrugas y estrías marcan cada uno de sus músculos, perfilan sus huesos, destacan sus movimientos. Desde lejos parece solo un anciano demasiado delgado y moreno. Se aleja de las cabañas desnudo bajo el sol. Con mechones de pelo grisáceo manchado de negro pegados a sus hombros. Lleva tres meses viviendo en una de las cabañas de la playa, disfrutando de los precios de saldo de la temporada baja. Diez dólares la noche, desayuno incluido. Y el desayuno es tan abundante que, a veces, no le hace falta comer, y llega hasta la cena con solo una papaya o media…

  • poema,  poemas

    la eternidad que sí podemos ser

    respiras futuro y llevasentre los ojos ciegos de novedadmillones de sonrisas ajenas. eresel último argumento del existir,la aurora rosada que suspira la noche,la Humanidad ampliadaa su mínima expresión. resuenas con dedos novelesel pulso mismo del mundo,el dulce tamborileo de una vida aún por estrenar. todos,como hilos remendados,custodios y dependientes,vibramos junto a ti en largas horas de ensueño,en caricias que son díasy suspiros como años o sentimientos anudados. rompen tus sonidos las palabrasque no sabemos deciry asívemos con ojos entornados de ayeres perdidosla eternidadque sí podemos ser.