relato

Humo (19/03/03)

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[este relato tiene un aire juvenil porque fue escrito cuando yo tenía 22 años y retocado unos años después. mi intención es compartirlo en procesoscreativos.com y añadir en otra entrada una nueva escritura]

-¿Qué te pasa?.

Era una pregunta simple. Pero había demasiado humo en el café. Demasiada gente. Demasiadas cosas. Demasiada vida para explicarlo. Me había levantado del asiento y nadie se hab dado cuenta, salvo Mar que estaba callada, fumando en silencio, escuchando nuestras bromas, como siempre. Me estaba mirando mientras yo perdía el control del lacrimal y empezaba a llorar sin tener muy claro el por qué. Sabiendo sólo que se trataba de algo que tenía que pasar porque hace falta llorar cuando pierdes el control sobre las cosas y las personas que son importantes en tu vida.

Sus ojos estaban clavados en mis lagrimas, como si fueran servilletas que las absorbían, no para secarlas sino para hacerlas suyas, igual que hacia con nuestras historias, cuando las oía desde lejos, sonriendo, sin decir nada.

Me fui hacia el servicio, esquivando a una pareja que se besaba en la mesa del centro, y llegué hasta una puerta cerrada. Alguien se movía dentro y yo necesitaba algo que mirar para disfrazar que ya no podía ver nada con claridad. Una foto, en la pequeña esquina del diminuto café. El retrato de una mujer desnuda, con las manos sujetando los pechos, afirmando que eran suyos. La cabeza le caía hacia atrás en una posición forzada, para que sólo se viera su barbilla.

Ella estaba desnuda y quieta y yo estaba inmóvil y sin poder ver nada por la cantidad de pena que me salía de los ojos. Fingía mirar para que nadie, ni siquiera ella, supiera que estaba siendo rodeado por mis fantasmas.

Pero estaban todos ahí no faltaba ni uno. Hacía un par de meses que se me iban presentando, a veces solos, a veces en pequemos grupos, pero nunca todos juntos. Aquella noche, en el café, habían aparecido de golpe. Sin avisospero reclamando acuse de recibo emocional. Era una noche feliz, quizá por eso.

Me pasé las manos por los ojos, en un intento de fingir casualidad. Sintiendo su mirada clavada en mi nuca. Ojos que creen comprender. Deseaba que el humo me tapase entero, por completo. Quería tener que andar a gatas por el suelo, entre la bruma de nicotina, pero no era posible. No había más salida que la puerta cerrada.

Golpeé dos veces. Con fuerza. Notando lo impropio de la acción. No era yo quien se manchaba los nudillos con rabia, eran mis fantasmas que me trepaban los dedos hasta tocar madera.Volví a golpear sin convicción sabiendo que sólo estaba fingiendo impaciencia. Ya todo daba igual. La sal trazaba hilos brillantes hasta el suelo.

Y la puerta se abrió con prisa.

Me encontré frente a unos ojos ahumados que me parecían hechos de cristal. Con paso tambaleante la sombra que pude intuir me dejó paso, mirándome sin verme, balbuceando algo incomprensible.

Y llegué al inmundo baño: un espejo roto y un retrete sucio. Los azulejos estaban desconchados y el lavabo era pequeño. Mi refugio perfecto apestaba a orín.

Dejé que poco a poco se fueran liberando los fantasmas; dejé que pelearan por ver quién salía primero y noté el dolor cuando todos estuvieron a mi alrededor. Entonces empezaron a contarme sus historias, las mismas que yo ya sabía de memoria.

Abrí el grifo de agua fría y me llené las manos con ella. Haciendo un cuenco para lavarme la cara, llena de vergüenza. Todo fue silencio por unos instantes, menos de un segundo, toda una eternidad. Hasta que se abrió la puerta y me hizo la pregunta, porque era un buen amigo y tenía que hacerla.

– ¿Qué te pasa?.

Y yo miré a mi alrededor y les vi, ansiosos por poder atormentarle también a él, deseosos de saltar sobre su memoria y convertirse en sus recuerdos.

– Nada -dije-. Tranquilo, no pasa nada. Sólo es el humo.

[foto]

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