no es temor, aún, al fundido en blanco,
ni remordimiento como espresso
romano a medianoche.
es angustia de demencia sin aviso
ante esta
convencionalidad
indiscutible
del placer conquistado con hastío.
la cama a cinco almohadas y esa máquina
que microespuma la leche en la mañana
mientras la osadía se cubre de recuerdos y polvo
en el mismo estante en el que ordeno,
cada mes,
todos los libros que no supe
escribir.
este esputo de bilis que me endulza el ego es
un redoble olfativo hacia el futuro.
¡Miradme cavar en lo mediocre!
busco con sonrisa nueva y ansias renacidas
en las ruinas sepultadas de mis sueños.